Tac tac… tac tac… puedo escuchar el incesante golpeteo bajo mi cama. Interrumpe el silencio de la noche, alimenta mi insomnio.
El miedo toma y entumece todo mi cuerpo. Inunda mi mente.
Ésta parálisis sólo me permite mover la cabeza, miro el reloj que yace inmóvil en la mesa de luz. El paso de las horas se estanca y una sudoración intensa se desata en mi. Con la mente en blanco sólo puedo sentir el terror absoluto.
Las sombras se estremecen por los rincones, cobran la forma de seres inimaginables. Me acechan desde la oscuridad de la noche.
El golpeteo sigue, como si una alimaña se arrastrara. Se intensifica.
Trato de mantenerme inmóvil y en silencio, pero la pesada respiración devela mi camuflaje; ya no puedo controlar mi cuerpo.
Quiero saltar de la cama, correr fuera de la habitación, pero no hay a donde ir. La noche reina en todas partes.
Trato de convencerme que está todo en mi mente pero no logro hacerlo.
El ruido aumenta. Aprieto los dientes, cierro los ojos, como si ello me fuese a transportar a otro reino. Se aceleran los ritmos menos el del tiempo. Hace ya un tiempo que miré el reloj; trato de vencer el miedo, abrir los ojos; lo miro de nuevo… tan sólo unos minutos…
No existe oración alguna que se eleve en mi ayuda, nada más queda que cumplir la condena.
El golpeteo es cada vez mayor; mi respiración los sigue. Ya no puedo aguantar el tormento. Mis oídos comienzan a zumbar… ¡Cada vez más fuerte! Mi voz duerme…
¡Cierro los ojos con fuerza!
Blanco. El zumbido se hace constante e infinito.